jueves, 28 de febrero de 2013

Mitos y realidades acerca del vino tinto


¿El vino tinto es bueno para la salud?


Sí, con moderación.
Se ha promocionado específicamente por tener un alto efecto cardioprotector. Investigaciones apuntan la existencia de flavonoides en los vinos que tienen un potente antioxidante llamado resveratrol. Algunas bodegas han pedido permiso al U.S. Treasury Alcohol and Tobacco Tax and Trade Bureau para indicar en su etiqueta la cantidad de éste antioxidante, pero sigue pendiente ese permiso.


Finalmente es una bebida alcohólica, y consumirlo en exceso traerá más efectos perjudiciales que benéficos para la salud. La recomendación en personas saludables es –injustamente- una copa para las mujeres y dos para los hombres por día.

El vino blanco engorda menos que el tinto
Falso.
Tanto el vino tinto como el blanco presentan cualidades nutricionales similares. Una copa (200 ml) de vino blanco seco aporta 164 kcal. mientras una de tinto (200 ml) 170 kcal. ambos 5 gramos de hidratos de carbono, así que ya sabes disfruta el que más te guste y descarta ese mito.

El vino tinto provoca jaqueca
El vino tinto, a pesar de ser de las bebidas alcohólicas menos dañina provoca dolor de cabeza en algunas personas.
Existen muchas teorías al respecto y pocos datos confirmados. No a todas las personas les provoca el mismo malestar, por lo que hace suponer que los dolores sólo se presentan en personas con poca tolerancia a sus componentes. Es importante no confundir la intolerancia con la resaca; en exceso cualquier bebida alcohólica provoca dolor de cabeza a consecuencia de la deshidratación.

El vino engorda menos que la cerveza

Ambos sabotean tú régimen de adelgazamiento.
Una copa con 200 ml. aporta 170 kcal; 5 gramos de hidratos de carbono, 21.2 gramos de etanol y 186 mg. de potasio.
Un tarro con 200 ml. aporta 86 kcal; 7.5 gramos de hidratos de carbono, 7.8 gramos de etanol y 74 mg. de potasio.
La elección definitivamente depende del gusto, pero si buscas ahorrar kilocalorías, podemos inclinarnos por la cerveza.

Recuerda que "somos lo que comemos vs. lo que gastamos"

martes, 19 de febrero de 2013

¿Cenar provoca aumento de peso?

La mayoría de las personas –especialmente las mujeres- huyen de este importante tiempo de comida por miedo a engordar. Si bien antes de dormir la ingesta debe ser moderada (porque no vamos a tener actividad física), nuestro organismo no deja de requerir energía para cumplir importantes funciones como pensar, proporcionar calor, ayudar a la formación y reparación de tejidos, regular el funcionamiento de órganos, entre otras.

Una de las razones por las que se dice que “la cena engorda” es porque comen de más, así de fácil. La mayoría de las personas por la noche se sienten relajadas y con tiempo suficiente para comer, muchas de ellas lo hacen frente al televisor, se distraen y difícilmente registran saciedad. Evidentemente si eres de las personas que excede su ingesta calórica, sean las 10 de la mañana o las 10 de la noche, sin duda aumentarás de peso.

Brincarnos la cena resulta más perjudicial que benéfico. Al dejar tantas horas sin comer, nuestro metabolismo se vuelve lento, se desestabilizan los niveles de azúcar en el organismo y al despertar nos sentimos de pésimo humor y con mucha hambre.

Recomendaciones a la hora de cenar:
  • Procura comer una hora antes de acostarte.
  • Considera que la cena debe aportar sólo el 15% de tu recomendación calórica del día
  • Evita alimentos a base de harinas refinadas, azúcares simples y ricos en grasa. Por ejemplo, el seductor pan dulce.
  • Los alimentos fritos y condimentados tampoco son buena opción, pueden provocar malestar gastrointestinal.
  • Prefiere cocciones al vapor, a la plancha, cocido, o empapelado.

Sugerencia de cenas ligeras:
Procura alimentos ricos en proteína, fibra e hidratos de carbono de índice glucémico bajo (lenta absorción). Algunas sugerencias:
  • Ensalada de atún en agua con salsa pico de gallo (cebolla, jitomate, chile serrano y limón). Puedes incluir tostadas horneadas.
  • Sándwich de pavo con pan integral, lechuga, aguacate, jitomate, germen de alfalfa, zanahoria y betabel rallado.
  • Un tlacoyo asado con ensalada de nopales y queso de canasto.
  • Tostaditas horneadas con hummus y pepino en rebanadas.
  • Palitos de zanahoria con jocoque.
  • Quesadillas con tortilla de maíz, queso panela y aguacate.
  • Yogur natural sin azúcar (no light) con 1 manzana y 10 almendras.
  • Dos molletes “pequeños y sin migajón” con queso panela, no manchego. Salsa pico de gallo y aguacate.
  • Sándwich con pan multigrano, jocoque, alcaparras y salmón.

No castigues a tu organismo y acostúmbrate a comer cada cuatro horas. Recuerda que “Somos lo que comemos vs. lo que gastamos”.